Este
fin de semana fui a Hospitalet a disputar la 2ª división nacional femenina, en
su fase de ascenso, con el equipo de chicas que intento dirigir. Este es mi
quinto año ya como entrenador de waterpolo femenino de la UPV, en estos años he
conocido a muchas chicas, muchos equipos, muchos árbitros, muchos entrenadores
rivales, aunque lo más destacable ha sido el aprender tanto de esas chicas que
han intentado lograr un objetivo, sea cual fuere en cada temporada, y se han
sacrificado, de mayor o menor manera por él.
Mi
intención con ellas ha sido el de llevar mis pensamientos al día a día, siempre
he permitido sus sugerencias para mejorar, que hicieran asambleas por su cuenta
para observar cuales son los defectos y virtudes que tenemos como equipo y
permitir que ellas misma aceptaran mi voz y mi pensamiento como el de todas y
cada una de ellas, para lograr lo que se proponen. Todo esto en un principio
fue muy bien, sabíamos a que podíamos aspirar porque sabíamos cuanto podíamos
dar de nosotras mismas, pero poco a poco el equipo fue mejorando y adquiriendo
nuevas jugadoras, más jóvenes y con más energía.
Lo que
en los primeros años me funcionaba, como la gran democracia interna existente,
el respeto al compañero dentro del grupo y la importancia del equipo por encima
de individualismos pueriles. Todo esto, poco a poco, cambió, se puso en mi
contra. La poca autocrítica individual, y por lo tanto como conjunto de
personas, hizo que vieran el problema siempre en alguna compañera o en mi mismo
como entrenador, incluso en cosas más externas. El poco respeto entre las
componentes del equipo, el poco interés en hacer cosas por el bien común y el
afán de protagonismo por encima del resto me ha llevado a pensar que yo he
hecho muchas cosas mal.
Desde
hace unos meses, creo que el problema es que desde todos los estamentos de esta
sociedad se nos ha ido individualizando mucho, solo se nos muestra como una
“estrella” el que tiene una habilidad especial, tenemos los ojos llenos de
grandes victorias deportivas donde se elije a una persona que represente el
pico de esa pirámide, sin importarle a casi nadie quienes consiguen que esa
persona estelar no se tenga que preocupar de otros aspectos que le podrían
perjudicar. La victoria, es solo una parte del deporte y es la menos
importante. El esfuerzo, el compañerismo, la comprensión de que lo más
importante, muchas veces, no es la mejora de uno mismo, si no la mejora global
del grupo para poder llegar a ganar. Confiar en todos los compañeros que
tenemos alrededor puede darnos más satisfacción diaria que el marcar un gol.
Yo he
cometido ese error muchas veces en la vida, tanto en el waterpolo como en otros
aspectos, me he creído que yo, individualmente, tenía que cambiar las cosas,
tenía que mejorarlas y, en ocasiones no me ayudaba del de al lado. No cometáis
el mismo error que yo, confiar en la gente, creer en ella incluso más que la
otra persona, todos tenemos unas cualidades que nos pueden servir y nos pueden
mejorar como grupo.
Después
de esta fase de ascenso espero que mi equipo haya sabido madurar, haya sabido
hacer autocrítica. Tengo la esperanza de que cada una de las chicas que conforman
este equipo se dará cuenta de que tiene una serie de derechos como jugadora y
que solo son posibles porque estos tienen, como contrapartida, unas
obligaciones. Si solo nos aprovechamos de las ventajas que tenemos, de la
libertad para hablar y opinar o de la facilidad para proponer todo tipo de
cosas y no pensamos en lo que tiene que hacer cada una individualmente, para
que mejore el equipo, bien sea el esfuerzo en querer mejorar aspectos del
juego, intentar ayudar a las compañeras, no faltar a los entrenamientos,
intentar aprender buscando la información necesaria (Televisión, internet,
libros, etc.). Si esto no queda bien claro en cada uno de los que formamos un
grupo, da lo mismo la libertad que tengamos para opinar, porque fallaremos en
el criterio, no entenderemos hacia donde vamos ni por qué vamos.
La
historia nos da una buena lección de porque nos unimos en grupos nómadas para
ir avanzando técnicamente y socialmente; evidentemente, cada persona tenemos
unas cualidades que nos hacen únicos y desde que se formaron las primeras
sociedades, hemos trabajado en grupo tanto para recolectar frutos de los
arboles y cazar, como para tejer ropas y construir casas. En el presente todo
eso se ha desvirtuado y cada vez más vemos como triunfadores a personas que sin
merecerlo están en las cotas altas de la sociedad, casi siempre logrando sus méritos
a costa de otros y perjudicando la mayoría.
Pues
bien, tanto en la sociedad como en el deporte tenemos que lograr que cada uno
de nosotros vuelva a tener su hueco desde el que ayudar a que el grupo mejore y
todo engrane como una gran maquinaria que mira al futuro. Si adquirimos más
conocimientos, somos más regulares, nos esforzamos y luchamos por lograr hacer
las cosas bien y que nadie sufra por nuestros actos, de esta manera, lograremos
que vayamos todos en la misma dirección, logrando nuestros objetivos,
alcanzando mayor libertad para desarrollarnos y conocernos. Así que no perdamos
esta oportunidad, luchemos por ella e intentemos, por medio del conocimiento y
la constancia, construir un grupo más libre, más unido y mas respetuoso con el
de al lado.
Todo
está en nuestras manos…