Llevo unos meses en silencio, sin escribir por aquí, sin
hacer lo que más me gusta. Me replanteo lo que soy y lo que sé, para poder
hablar con más fuerza, con más autoridad y el problema es que, de un tiempo a
esta parte, tanto buscar en mi interior me ha hecho reflexionar sobre lo que no
se, que es tanto, y mi autoestima ha retrocedido sin saber como puedo hacer
comprender a la gente que lo que más me interesa es que todos logremos vivir,
comprendernos y luchar por avanzar en esta sociedad.
El silencio, en ocasiones, se hace más difícil de entender
que un grito que te desquebraja la garganta. El silencio es frágil, se le ve
romperse en cualquier momento, por cualquier cosa, como un débil cristal que
solo busca su contacto contra el suelo.
Yo camino buscando respuestas a preguntas que yo solo me
formulo, intento empatizar con todo aquel que me rodea, pero se me hace
difícil. Me dicen que soy irreal, me tratan con condescendencia y rabio al ver
que rompo mi silencio solo para indignarme, para dar otra vez esa explicación o
para pasar de todo con un gran carcajada, que justo en el instante en el que
finaliza, me digo que tendría que haber sido más moderada.
Siento que ya no consigo que casi nadie confíe en mí, que ya
no lo hago ni yo mismo, me veo cada vez más mayor, cada vez con más dudas y mi
única contestación, hacia lo que no me agrada, es ese tesoro llamado silencio.
Podría hablar con esperanza de lo que nos queda por luchar,
tal vez podría pensar en que la gente va encaminada a acabar con este mundo
injusto, podría llegar a creer en esta sociedad y en el valor que muestra todos
los días. Pero me veo enfrascado en debates inertes, palabras huecas y en
pensamientos perdidos... Y el silencio vuelve hacia mí con fuerza y yo lo
acepto como si fuera un tesoro del que no me quiero desprender, después,
cualquier juego en la calle, cualquier coche, cualquier televisor lo hace
añicos y yo gruño, me desespero y mi compañera, mi amor, mi vida, con su voz
dulce me devuelve las palabras, las esperanzas, cada día parece nuevo y renazco
a su lado y vuelven las risas y las miradas cómplices y vuelvo a creer y
volvemos a luchar, nos sonreímos, nos enfadamos y reactivamos nuestra capacidad
de pelea contra tanto mentecato, tanto inútil, tanto aprovechado que solo busca
el beneficio de los de arriba.
El silencio mientras retrocede y la esperanza renace viendo
las calles llenas de gente, las personas interesadas en cambiar tanta
injusticia, el pueblo va hablando para que el bipartidismo lo ignore y otra vez
vuelvo a pensar que podemos cambiar este mundo, que podemos vivir todos dignamente,
que podemos comer, desarrollarnos personalmente, educarnos para pensar, que nos
sanen sin problemas y que el egoísmo desaparezca de las mentes de esta
sociedad, hasta el momento adormecida, y empiecen a ver la libertad, la
igualdad y la fraternidad como objetivos posibles, no como el eslogan de ningún
país. Apagar la televisiones, porque la revolución no será retransmitida, y
empezar a abrir libros, mentes y tertulias.
¡Vamos! Tenemos que ser más en cada manifestación, en cada
acto, hasta que los que nos vemos perjudicados por este sistema injusto
acabemos con él y superemos esta etapa de estafa colectiva, en la que la lucha
de clases se ve por todas partes, y mucho más temprano que tarde lograremos que
el proletariado (o 99% como se dice ahora) acabe con esa oligarquía tiránica
que nos hunde a todos los demás.
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