Nací
hace treintaiún años en Elda, Alicante. Una pequeña ciudad en la que se
empezaban a ver los rasgos de la crisis industrial que acabaría con su
economía. En el estado español gobernaba UCD con Calvo-Sotelo a la cabeza;
después del golpe de estado que frenó los intentos de una verdadera democracia
en mí país, en unos meses Felipe González y el PSOE lograrían la mayor victoria
electoral hasta la fecha y, con ella, la decepción más grande de la historia de
la izquierda española. Ronald Reagan y Margaret Thatcher llevaban ya unos años,
en sus respectivos gobiernos, aplicando medidas neoliberales para el planeta,
ya fuera por medio de leyes o por la fuerza. La URSS se encontraba en plena
debacle, sin saber hacia dónde tirar y perdiendo, cada vez más, la batalla
publicitaria y mediática a la que se veía sometida por occidente.

Recuerdo
la política con naturalidad, cuando era pequeño escuchaba conversaciones que
apenas entendía. Sabía que a mi padre le gustaba Felipe González y Alfonso
Guerra y podía entender que el PSOE era de izquierdas. Un día, caminando a la
salida del colegio, con mi amigo Carlos Salido, recuerdo que él me preguntó si conocía la diferencia entre izquierda y derecha y yo le contesté muy rápido:
“¡Claro! La izquierda son los pobres y la derecha son los ricos”. A lo que me
contestó algo que nunca he dejado de recordar y que no sabía hasta qué punto
tenía razón: “Pues yo he visto que Felipe González tiene un Mercedes”. La
simpleza de una conversación de niños me llevó a preguntarme muchas cosas…
Empecé a fijarme que en la televisión cada vez había más manifestaciones; por
la educación, por los astilleros, por los altos hornos, las minas… Uno de los
despedidos en una de esas reconversiones industriales dijo: “¡No luchamos solo
por nuestro trabajo, también lo hacemos por el de nuestros hijos!” Yo me quede
pensando que quería decir eso; “Si iban a quitar un feo astillero e iban a
poner viviendas frente al mar con un parque y todo”, las consecuencias se
empezaron a ver con el tiempo, con el aumento del paro, con la
desindustrialización de la mayoría de lugares y con las bolsas de pobreza que
ello creó. Solo con el tiempo me di cuenta de los eufemismos que utilizaban;
“reconversión industrial” significaba “desindustrialización”, “productividad”
se convirtió en explotación y “flexibilidad laboral” era ser precario y la
creación de las Empresas de Trabajo Temporal, el cáncer de la juventud
trabajadora…

En la
tele las imágenes me desbordaban, y creo que aún sigo sin entenderlas del todo;
el GAL, ETA, FILESA, corrupción, financiación ilegal, guerra sucia, terrorismo…
Veo que la gente está contenta por la caída de un muro que está en Berlín, no
entiendo tanta alegría, solo era un muro: Un día paseando por Alicante, veo un
muro con pintadas y le pregunto a mi padre si es el de Berlín, recuerdo que no
me entendió “¡Como va a ser ese!”, yo, estupefacto le pregunté por qué no
tiraban ese, que también estaba viejo. De momento, una noche, viendo las noticias
con mi padre, le muestro mi sorpresa al no comprender por qué están apareciendo
tantos países nuevos; él me explica que eran pertenecientes a la URSS, me
explica que su bandera es roja con una hoz y un martillo “¿Por qué?” Porque es
el símbolo de los campesinos y de los obreros: Me encantó el dibujo que me hizo
y como me lo contó y cada vez que, con mi imaginación, jugaba a la guerra, los
soviéticos siempre vencían. Al curso siguiente, yo heredaba los libros de
Ciencias Sociales de mis hermanos y con un lápiz tuve que trazar todas las
nuevas fronteras sin comprenderlo del todo;
la URSS ya no existía, ahora era Rusia (Para mí los rusos eran como los
hunos, un pueblo que ya no existía pero que eran muy fieros), pero también veía
que Alemania se unía, que Checoslovaquia se separaba, que Yugoslavia entraba en
guerra porque habían musulmanes, católicos y ortodoxos y que aparecían países
como Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Estonia, Letonia, Lituania y un motón de
naciones que finalizaba su nombre con –istan.

Una
noche, vimos un película sobre la Guerra Española y yo no sabía que bandera era
esa roja, amarilla y morada; mi querido padre me explicó que era la antigua
bandera de España, la de la república, mis hermanos me vieron fruncir el ceño
de incomprensión y al finalizar el film me contaron la historia de mi abuelo
Antonio; que con 18 años se fue de voluntario a defender Madrid del fascismo,
que era afiliado a las Juventudes Socialistas Unificadas del Partido Comunista
y que luchó por la democracia y la libertad lo que le llevó a campos de
concentración “¿Cómo los de los nazis?”, “Sí, como los de los nazis”, y después
a la cárcel y después a hacer la mili. Finalmente, lo mandaron a casa porque
pensaban que se iba a morir por la tuberculosis que padecía y cada semana se
tenía que presentaren el cuartel de la Guardia Civil. Sobrevivió, pero yo no lo
llegué a conocer, aunque a veces discutía con mi familia porque decía que sí lo
conocí, no se todavía por qué.

Mis
hermanos seguían contándome historias,
la canción del puente de los franceses aún me recuerda a mi abuelo Antonio que
estuvo allí y en la ciudad universitaria, cada vez tenía más ilusión por
conocer el pasado. Fui con mis padres a Granada y se sorprendían de verme tan
ilusionado con la Alhambra “Tus hermanos a la media hora ya estaban cansados”
me dijo mi madre. Recuerdo con que ilusión decía que quería ser profesor de
historia…

Los
años pasaban y golpeaban con extrema
dureza a mi familia. Mis hermanos y yo veíamos los Guiñoles y me hacía mucha
gracia ver unos que iban de Don Quijote y Sancho Panza, ese libro lo conocía
bien ya que teníamos un comic de seis volúmenes sobre él, uno era un soñador y
el-la otr@ muy realista, eran Julio Anguita y Cristina Almeida, me encantaban.
Al tiempo mi hermana me contó que iba a votar a Julio Anguita y me pareció una
gran idea. De hecho, una vez, en casa de una tía mía, que era muy beata ella,
hablábamos sobre política, yo no tendría más de doce años y le dije que no me
gustaban ni González ni Aznar y ella me replicó “Sí, pero ¿a quién votarías?”
como si no hubiera elección, yo le dije que a mí el que más me gustaba como
hablaba y lo que decía era Anguita, todavía recuerdo su cara de susto y
replicarme “Ya, pero es que ese…” y no terminó la frase, supongo que quería
decir que era comunista, pero no la terminó porque no lo iba a entender como
una razón.

Poco a
poco, empecé a leer libros de mis hermanos de historia y a comprender cosas,
hasta ese momento yo pensaba que los cargos eran casi vitalicios, relacionaba a
España con Felipe González, a Francia con Mitterrand, Inglaterra con Thatcher ,
EEUU con Reagan y Alemania Kohl. Mi profesor de “Sociales” explicó que el
comunismo ya no existía “Bueno… en cuba, pero no le queda mucho” dijo; nos explicó
que era una forma de gobierno que quería la igualdad entre todos y acabar con
la pobreza ¡Lo dijo como algo negativo! Me hizo pensar en que se parecía mucho
a lo que escuchaba en la iglesia, aunque el cura luego no estuvo de acuerdo…
¡Es tan difícil comprender a la gente mayor de pequeño! Mis profesores estaban
completamente desmotivados, nos chillaban a todas horas, de vez en cuando un
cachete o un tirón de orejas y apenas llegaban a los cuarenta años. Solo me
gustaba mi profesor de “Naturales” del último curso de primaria, logró que
llevara siempre lo deberes hechos solo con una frase; ”Tengo mucha esperanza en
ti, espero que no me decepciones”, con eso logró que me encantara su clase, que
estuviera siempre atento, que me apasionara la naturaleza; tenía esperanza en
mí.

En
casa, mi hermano Juanjo comenzó a traer a casa grupos de música que hablaban de
desigualdades, de acabar con el capital, de libertad, de amor, de anarquía, de
república… Pablo y yo escuchábamos esas letras llenas de esperanza y nos interesáramos
más por saber de qué hablaban. En mi familia estaba arraigada la costumbre de
leer y eso nos llevó a buscar libros que ampliaran nuestros conocimientos sobre
muchos temas, a buscar documentales y películas y a interesarnos y discutir
sobre política e historia, algo que ha sido una constante hasta ahora.
Al llegar
al instituto todos sabemos la "pavería" que llevamos encima, yo que siempre he
hecho natación y la mayoría de amigos que tengo pertenecen a ese mundillo,
intenté compaginar salir con ellos y continuar con mi lucha, con la lucha, con
la de mi abuelo, con la de mi vida… Me di cuenta que no tenían por qué elegir y
continué con mi pensamiento; mientras los estudios no me iban demasiado bien.
Fui perdiéndome en el camino, ahora lo veo con lástima, pero en 1º de
Bachillerato tuve la suerte de tener una clase de personas implicadas, que les
gustaba leer, escribir, la historia, la política, la filosofía… Hubieron
profesores que volvieron a confiar en mí, que me traspasaron su amor por
ciertas cosas; Paco con la historia, la política y los movimientos obreros, Joaquín
con la literatura y la cultura y Lupe por la poesía. Ellos hicieron mucho por
mí aunque no lo supieran y muchas de esas compañeras que tenía en la clase y
con las cuales nos tomábamos cafés hablando en secreto de formar un partido
político (Tenía hasta nombre, el PRUM: Partido Republicano de Unificación
Marxista) y hablábamos de la república con miedo, en susurros que nadie podía
escuchar, con un miedo impuesto por la sociedad amnésica que ahora no es
posible comprender. Llegué a ser delegado de los delegados de clase, algo que
se creó para intentar acabar con la Ley educativa del gobierno de Aznar. En
esos meses entré en la Plataforma Otro Mundo es Posible, al lado de Paco, mi
profesor y amigo que me enseñó a hablar, a pensar y a creer que el nombre de la
asociación era un objetivo y no una quimera.
En esos
años las manifestaciones iban y venían. Intentamos que no tiraran de unos cines
abandonados a unos okupas que querían hacer de él un centro social, pero no lo
logramos. Me fui a Muxia con Pablo, como voluntario para recoger el “chapapote”
que el Prestige había dejado en las costas de Galicia. Salimos a la calle por
la educación pública y de calidad, por los precios de los autobuses, por
Palestina, por Serbia, por el Sahara… Iba a ruedas de prensa con Paco para
explicar nuestro pensamiento solidario, leía las resoluciones de la plataforma
cuando hacíamos alguna concentración explicativa. Pero el momento más ardiente
de esa época fue cuando a principios del 2003 el gobierno de Aznar y EEUU empezaron
a planear la invasión de Irak, un viento esperanzador comenzó a soplar y el
pueblo se unió ante esta injusticia; reuniones, concentraciones en sedes del
PP, charlas, lecturas y una gran manifestación que nunca olvidaré en Alicante,
la más grande en la historia de esta ciudad, con un recorrido lleno de
principio a fin. En un par de semanas Irak fue atacada y me sentí inútil, pensé
que los esfuerzos no habían servido para nada, que todo se había ido al traste
y estaba frustrado; creía que todas las personas que por fin habían salido a la
calle no lo harían más ya que no tuvo resultado. Me sentía defraudado con los
sindicatos y los partidos políticos, me dio la sensación que solo les importaba
la imagen, lo que podría pensar la gente si hacían o decían cualquier cosa, me
sentí como creo que hace poco lo hicieron los miembros del 15M, sentía que no
hacían nada, que no me representaban. Así que me dejé la plataforma después de
tantas fatigas, me aparté un poco.

Por esa
época comenzaba la universidad y me llevaba otra buena decepción; lo que yo
pensaba que iba a ser un nido de ideal por eclosionar, una multitud de
pensamientos con los que enriquecerme, el hogar de la cultura… Bueno, pues vi
que la individualización de los individuos era igual o peor que en mi instituto
y, en definitiva, en la sociedad. La mayoría de las personas elegían carrera
por posibilidad de trabajo después, lo importante era aprobar y fuera de ahí
nada les interesaba, salvo noche de juerga y alcohol. No seré tan cínico de
decir que yo no salía, pero también me atrevo a decir que, visto con
perspectiva, yo tenía conversaciones muy interesantes frente a un café con compañeros de clase que me enriquecieron
con su forma de pensar y espero que yo también un poco.

El PSOE
de Zapatero gobernaba con una economía neoliberal y haciendo medidas sociales
como el matrimonio gay, ley de la dependencia y alguna otra que, sin tener nada
de financiación, le dio la fama de ser casi un revolucionario ¡Como estaba el
mundo! Además, en IU estaba Llamazares, una persona que apoyaba en gran medida
al gobierno de Zapatero, con crítica, pero desde un perspectiva reformista que
para nada quería cambiar el sistema injusto en el que vivimos. En un mundo en
el que 40.000 personas mueren diariamente de hambre, algo va muy mal; el
alejarnos del ideal, el darnos por perdidos, solo hizo que la gente confundiera
IU con el PSOE. Yo, después de reflexionar mucho, entendí que la mejor forma de
luchar por mis ideales y por un mundo mejor era la política. Así que Juanjo y
yo fuimos un día a afiliarnos en el PCE y en IU para cambiar el pensamiento de
la sociedad, pero también para acabar con el rumbo de la coalición, que iba
directa al abismo. Me ilusionaba mucho este paso después de venir de pasar unos
meses en París, de haberme acercado a la forma de trabajar y pensar del PCF,
allí comprendí mejor el asociacionismo, el trabajo desde la calle, me empapé a
leer y mis pensamientos corrían por mi pluma con gran facilidad; París era un
hervidero de ideas que me ayudaron a mejoran mi percepción.

Con
síntomas de asfixia, me fui a vivir a Valencia, una decisión que si bien no me
ayudó académicamente, personalmente me hizo más maduro, más feliz y más fuerte.
Allí engrosé las listas del sindicato estudiantil Acontracorrent, el sindicato de estudiantes de EUPV, para las
elecciones de mi facultad, pero lo cierto es que mi trabajo me robaba mucho
tiempo y energías. También empecé a ir a congresos del PCPV y asambleas de EUPV
que hicieron que empezara a conocer gente muy interesante y que con el tiempo
se ha hecho mi amiga.
Además
en Valencia encontré el amor, encontré a Soraya. Llevaba tanto tiempo buscándola
sin saber dónde estaba… Ella me empuja cuando lo necesito, me da apoyo cuando
me ve flaquear y me echa una mano cuando caigo, es mi fuerza y mi energía. Mi
chica, la que consigue hacer mis sueños realidad.

La
crisis llegó sin sorprendernos a nadie, el gobierno de Zapatero poco podía
hacer más que negarla. Al principio titubeó sin saber a dónde ir, finalmente se
plegó a las exigencias del FMI, BCE y la Unión Europea. La gente, adormilada
seguía sin creer lo que pasaba, hasta que un 15 de mayo las plazas se llenaron
con gritos de rebeldía, de esperanza, de indignación. Una masa multiforme
comenzó a hacer asambleas en las que se discutía como cambiar las cosas. Yo
participé individualmente y comprendí que era un gran germen para la sociedad
el que la gente comenzara a hacerse preguntas que yo llevaba mucho tiempo
haciéndome. La percepción capitalista y bipartidista que había mamado la
población desde hacía años, llevaba a que muchos despotricaran de los partidos
políticos, aunque algunas de sus propuestas casaban perfectamente con el
programa que desde hacía años llevaba IU y el PCE. El 15M sigue vivo gracias a
las mareas ciudadanas que surgieron a través de él; Plataforma de afectados por
la hipoteca, la marea de la sanidad, la de la educación, Discapacidad en
Marcha, etc. El que dice que el 15M ha fracasado es porque no se ha involucrado
y eso era lo más importante que exigía este movimiento de los indignados, que
la población se implicara en los problemas de la sociedad.

Uno de
los estallidos sociales más fuertes que he vivido fue la llamada “Primavera
Valenciana”, en la que participé en sus asambleas y sus manifestaciones. Sentí
el frio miedo de los antidisturbios ante mí y vi cómo, paulatinamente, las
manifestaciones se fueron marchitando y cada vez menos gente salía a la calle
para que la delegada del gobierno dimitiera.
Para
finalizar solo decir que mi intención en todos estos años ha sido poder aspirar
a una sociedad libre e igualitaria, hay quien me llama utópico sin conocer la
realidad. Vivimos en un mundo donde dos terceras partes de la población viven
en una pobreza absoluta, donde un 1% de las personas de este mundo controlan el
70% del dinero que se mueve y que tienen en sus más férreos protectores en
gente a los que apenas les dan migajas.
El
planeta se va destruyendo poco a poco para la habitabilidad del mismo, no está
el peligro La Tierra, si no nuestra continuidad en ella como especie. El
capitalismo utiliza recursos naturales como si estos fueran infinitos y esto no
es así. Produce productos industriales de usar y tirar para que así la gente
consuma más, lo que nos lleva a acabar con los recursos del planeta y a que
haya unas cantidades de basura que la naturaleza no puede absorber.
Los
grandes medios de comunicación son empresas privadas con intereses muy
definidos; nos mantienen en un estado absoluto de individualismo, nos
introducen el pensamiento neoliberal como natural y nos incitan a consumir y
producir.
Pero no
nos engañemos, la culpa de todo esto la tenemos nosotros; nosotros preferimos
ver un partido de futbol a leer un libro, preferimos escuchar los programas del
corazón a intentar saber qué es lo que ocurre en Latinoamérica o África,
preferimos seguir a la marea que plantearnos cuál es el camino. He estado en
manifestaciones por los derechos laborables de alguna empresa a la que no han
ido algunos de sus trabajadores. Convencer a mis compañeros cuando había una
huelga era una tarea muy cansada, a pesar de que un día de trabajo no era nada
comparado con todos los derechos que les quitaban y que al final les saldría
más caro. Falta conciencia obrera, orgullo de clase, …
Ahora,
desde Argentina, sigo por mi camino de aprendizaje, de conocer nuevas formas de
hacer las cosas y esperando que todos los que me leéis me acompañéis en esta
milenaria marcha, esta pequeña marcha en nuestra vida, este camino que comienza
con un paso pero que te lleva a la felicidad de millones de personas. Marx
dijo: “El motor de la historia es la lucha de clases.”