domingo, 27 de octubre de 2013

La trastienda del capitalismo

La vida te va llevando por caminos que no podías imaginar unos meses atrás. Probando una vez más mis fuerzas contra gigantes, sin tener una honda a la que agarrarme, desgastando mis desnudas manos y la inocencia que podía quedar en mi mente, me embarqué hacia Argentina. Esto me ha llevado a conocer otros pensamientos, otros paisajes, otra forma de ver la vida; he visto como la naturaleza vencía al hombre de una manera bella, imponente, cambiante. Pero, descubriendo esto, también me topé con la realidad oculta de nuestra civilización.



Hace unos días fui, por primera vez, a un barrio periférico de la ciudad, una de las llamadas “villas”, que no es otra cosa que una zona oprimida de la ciudad de Bahía Blanca. La asociación “Envion-Stella Maris” nos invitó para que ofreciéramos una visión diferente, extranjera, a los niños que allí se acercan. Para llegar, bastaba con coger un autobús de línea y sentías que te acercabas cuando desaparecía el asfalto de las calles. Por la ventana empezabas a divisar las precarias construcciones y en una colina, llena de desperdicios, nos observaba un caballo con indiferencia mientras pastaba.

Pisamos las calles embarradas con nerviosismo y curiosidad, caminamos hasta el local de la asociación, la construcción más nueva que allí se levantaba. Sus muros estaban pintados de esperanza; escenas de niños jugando bajo un gran arcoíris y con un sol de enorme sonrisa observándolos.

La timidez de los chicos se mezclaba con el descaro y, mientras un mate pasaba de mano en mano y de boca en boca, comenzamos a hablar con estos chavales de entre 12 y 21 años que se acercan a este refugio, por voluntad propia, en busca de comprensión, de salir de las calles. Cinco chicas, de 14 a 16 años, estaban embarazadas; mientras una explicaba que quería hacerse una casa con su novio, otra relataba que el padre del niño que iba tener no se quería hacer cargo. Ellas no fallaban al taller de salud que se impartía, al igual que toxicómanos que intentaban dejarse la droga.


El objetivo es que sigan escolarizados y si no es así, que vuelvan. Además, tienen talleres de teatro, baile, percusión o cine. Nos contaban que hacía poco había ido un abogado a explicarles sus derechos; ya que solo por ser de donde son, la policía los apresa, por esa marca que la sociedad les graba de sospechosos, por no haber nacido en la cara bonita del capitalismo y salir de esa trastienda, ese gueto, donde esta sociedad los esconde. Es un trabajo lento y costoso, pero parece que la lucha avanza con la voluntad de los que allí residen, de los que les ayudan a salir de la garras de este sistema injusto.


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