domingo, 2 de julio de 2017

Semanas que parecen años, meses que parecen horas.



 Por fin sentía un respiro; los pinos filtraban rayos de sol cálidos, el viento fresco recordaba que el verano puede herir también ¡Y tanto! Sobremesa rodeado de gente a la que quiero, con lo que supone; risas, discusiones y conversaciones. Las piernas cansadas y doloridas, y la espalda tensa, parecía que venía de una maratón, en las últimas semanas los días habían pasado como si de fichas de dominó se trataran, uno empujaba al otro e iban cayendo, uno detrás de otro, y la sensación temporal se escabullía y ya no sabía cuanto había pasado desde la última vez que la vi, me era difícil calcularlo, elegir una medida; quizá semanas ¿Meses?¿Años? Y me preguntaba, como si fuera el cantautor ¿Quién me había robado el mes de abril? Pero lo cierto es que ha llegado julio y ayer estaba en un castillo de colores, caminando por calles empedradas mientras la lluvia nos acariciaba y reía sin ojos tristes y mis palabras volaban alegres.


 En esa mesa primaveral, llena de cafés a mitad, algún licor y con el humo de nuestros cigarros alzándose hacia el cielo, como si pretendiera abrazar a una nube o alcanzar un avión, de pronto, surgió una pregunta: “¿Ya no escribes tanto?” Y yo, tímido, recordé cuartillas emborronadas de ideas, oscuridad y silencio, el placer de mi pluma paseando por el papel y, a su vez, aparece la odiosa sensación de volver a frases solitarias, desesperanzadas, quietas, sin fuerzas para empujarme a estos días luminosos. Mi libreta grita en silencio palabras de melancolía por esos días estivales, en los que un rayo de sol me despertaba frente a la dulzura de su suave sueño, melancólico por ese futuro que tenemos que construir, esa esperanza que tratamos de forjar, esa dignidad que debemos recuperar. Y allí están esas páginas llenas de tachones, dibujos y pensamientos que revolotean por mi cabeza, entretanto, el presente avanza imparable, sin avisar de que el porvenir está aquí y uno duda de lo avanzado, lo retrocedido o si hay que volver a pasar por meta.



 La luna escala el cielo veraniego, la luz roja, plomiza, casi mágica del atardecer nos avisa de que el día va acabando. Hay vacíos que uno no puede llenar y me sumerjo en el silencio, hago fuerza con el corazón para que de mis ojos no salgan lágrimas, me voy alejando de todo y de todos, a veces, sin dar un paso. Hay personas que parecen saberlo todo, me recuerdan a mi hace muchos años, hoy las lecturas me llevan de una crítica a la otra, el mundo muestra sus dientes feroces a los más débiles y yo leo, analizo, pienso... El sueño me abandona por las noches, escucho risas a otro lado de la ventana, fiestas a las que no quiero ser invitado, para que mi mente viaje por aquellos paseos parisinos, en los que me descubría bebiendo vino en un tazón y Cortázar llenaba los huecos de habitaciones repletas. Al alba, mis ojos buscan el teléfono, miran la pared y el cansancio se acumula en mis parpados, creyendo firmemente que al final del día caeré rendido, aunque no vaya a ser así.

 ¿A qué distancia está el horizonte en el que puedo avistar ese camino a la felicidad? Hay días que su lejanía la puedo cuantificar: 1.000 km, 2 horas, o doce, un abrazo, una caricia, un beso... Yo, un ser vivo solitario, siempre rodeado de gente, observo como mi vida se llena de vacíos existenciales, al ser incapaz de comprender cierta lógica vital. Nadie escucha como late mi corazón, las personas en las que podía confiar poco a poco se han alejado, viviendo lejos o cerca, sintiéndome más incomprendido continúo mi marcha y me río y me enfurezco, aunque por dentro tenga un sensación plana, vacía, opaca.



 Viví en un año tres primaveras, caminando por desiertos, glaciares, selvas, cordilleras, quebradas y grandes ciudades, iba agarrado a su mano, los paisajes se deslizaban por nuestros ojos y los océanos y lagos se fundían con el cielo azul. Ahora, las altas temperaturas veraniegas, que nos repiten como si no tuviéramos la capacidad de sentir, me han sorprendido enfriando mis ilusiones; la realidad, tozuda, se muestra despiadada y la muerte continúa llenando de sangre las costas, el cono sur y las conciencias de muchos, quiero creer que cada vez más. Nos dirán que somos uno, que no podemos hacer nada, subrayando nuestra individualidad, disgregándonos, señalando al diferente, aupando a lideres que se nos presentan como salvadores. Sin embargo, no habrá esperanza si no comenzamos a percibir los problemas de este sistema, que permite que muera gente de hambre o de enfermedades curables, que destruye nuestro planeta, que provoca guerras de avaricia, que separa familias, amantes y amigos, que domina nuestras investigaciones sanitarias y que educa a las futuras generaciones, los problemas son personales, pero las soluciones son comunes.

 Así que, para ir finalizando, desde el pesimismo que nos otorga la inteligencia y el optimismo de la voluntad, como dijo Gramnsci, os animo a levantaros contra nuestra propia autodestrucción, contra la opresión y las desigualdades crecientes que genera este mundo, creando una contracultura solidaria frente al “todo por la pasta”, construyendo una esperanza y hegemonizando ese “sentido común” apostando por un mundo más libre, igualitario, humano y justo. Nadie solo acercará esa sociedad futura, todos y todas juntas la tendremos que empujar. Yo, personalmente, he hecho, hago y voy a hacer todo lo posible para que la humanidad sea consciente de su importante cometido y lucho por ello, desde el lugar que sea, no hay hombres o mujeres extraordinarios, sólo somos uno más para levantarse frente a las injusticias, con sus miserias, sus inseguridades, sus contradicciones y sus anhelos.


 Por todo esto que he escrito hoy, es por lo que no publico tan a menudo.  


3 comentarios:

  1. Ando marujeando tu blog. No dejes de escribir. Consejo desde Almàssera ;)

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  2. Ando marujeando tu blog. No dejes de escribir. Consejo desde Almàssera ;)

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