Hace
unos días, la lluvia, por fin, hizo presencia en las calles y campos
de nuestra tierra. Lo que para muchos es un momento de placidez; bajo
una cálida manta, frente a un televisor u ordenador y con un tazón
de algo caliente entre las manos mientras se observa por la ventana
como las gotas se precipitan contra el suelo. Bien, pues mientras
este remanso de paz sucede y a muchos de nosotros y nosotras nos
permite empatizar con esos instantes, pues en el preciso instante que
todo esto ocurre hay un gran número de personas que se encuentran
sin casa, buscando cobijo en algún lugar, un simple techo, algo tan
básico como eso. Pero también los hay que tienen viviendas en muy
malas condiciones, lugares donde las goteras abundan, las ventanas
escasean, la luz está cortada y la única calefacción a la que
puede aspirar es por combustión o mantas.
Hoy
es domingo, pero muchos niños de este planeta no lo saben, ni
siquiera se imaginan lo que es un día festivo, ya que tienen que
trabajar en condiciones de semiesclavitud para que su familia tenga
algo más de dinero para sobrevivir. Puede ser que estas mismas
familias sean vistas como privilegiadas, en otros lugares del mundo,
en aquellos donde la guerra, el hambre y las enfermedades asolan sus
jornadas en una tierra que no cambia. Estas zonas del planeta, que
son recordadas por la población occidental como si fueran una
pesadilla, no saben a ciencia cierta si existen o no, si pasa eso
que de vez en cuando ven en la tele o no, si ese sufrimiento es real
o no. En estos sitios, sobrevivir un día más es una victoria, en
los que la esperanza ha desaparecido de la mente de sus habitantes y
donde solo hay dos opciones: sufrir o huir. Muchos de ellos y ellas,
con suerte llegan a Europa, mientras otros muchos mueren por el
camino, y cuando llegan a nuestras preciosas fronteras amuralladas y
militarizadas hacemos todo lo humano e inhumano para que esta buena
gente, esta élite, estos supervivientes no traspasen esa línea
hecha en el suelo por nuestros antepasados y que decide quien es rico
y quien es pobre, quien vive quien muere, quien puede ser libre y
quien no, quien disfruta y quien sufre.
Así
que, querido lector, recuerda esto mientras sonríes a un teléfono o
te indignas frente a un televisor, la culpa de que todo esto suceda
es, en gran parte, nuestra y si no estás haciendo nada para que este
mundo sea más justo, libre, equitativo y respetuoso con el medio
ambiente, entonces, simplemente, está poniendo más piedras para que
esta lamentable realidad sea eterna.
De
esta manera, con los problemas derivados del sistema económico que
nos rige, tenemos que buscar soluciones colectivas para lograr un
mundo más justo, libre, ecológico y democrático. Para esta tarea
no podemos prescindir de nadie, tenemos que hacer que la política
llegue a la mayoría de la población. Necesitamos una sociedad
activa, la cual se indigne ante estas situaciones que se van dando y
continúe debatiendo, formándose y movilizándose, siendo parte
fundamental de las decisiones y, por tanto, implicándose y exigiendo
a sus representantes que escuche su voz y que se le den medios para
incidir en las decisiones que le afectan, incorporándose
mayoritariamente la sociedad a todo tipo de movimientos, asociaciones
y reuniones que tengan alrededor.
Tenemos
que ser bien claros, la izquierda está casi derrotada
sociológicamente en este mundo. La perspectiva dominante en este
planeta es la del neoliberalismo, nos educamos y nos empapamos de
esta doctrina desde que nacemos, con una sensación de falta de
alternativa por parte de la ciudadanía que la tiene aletargada y que
hace que a la gente le cueste mucho salir de espacio rutinario de
confort y se ponga a luchar por lo que es justo.
Por
otra parte, el neoliberalismo tiene un poder indiscutible, si me
permitís utilizar términos militares, se podría decir que ellos
van en carros blindados, con cañones por todas partes, y aunque
nosotros, el pueblo, somos más, hay muchos en nuestra trinchera que
les allanan el camino, porque los sienten como propios y luchan
contra sus propios intereses de clase. En esa misma trinchera, somos
muchos los que gritamos: “¡No pasaran!”, pero en muchas
ocasiones confundimos al enemigo con nuestro compañero de trinchera
y diariamente vemos como esta ideología neoliberal y sus secuaces
buscan la manera de perpetuarse en el poder, mientras nosotros y
nosotras, estando en la misma trinchera, criticamos e identificamos
al enemigo con el que está al lado y no con el que está enfrente,
que se divierte al ver que nos somos capaces de ponernos de acuerdo
para destronarlo, a pesar de ser más, y se ríe con grandes
carcajadas cuando observa como su mayor sustento son los y las que
están en nuestra trinchera y que les ayudan, mientras el resto
discutimos sobre quien es más puro, quien es más casta, quien tiene
más contradicciones, quien comete más errores. Y ya casi vemos las
cadenas de esos tanques capitalistas sobre nuestras cabezas, sin que
consigamos aunar todas las fuerzas posibles para acabar con ellos.

De
este modo, considero que tendríamos que caminar hacia una
confluencia, sin perder nuestra identidad propia, sin absorber unos a
otros, sin traumas ni odios, pero sumando, uniendo, multiplicando
nuestra fuerza. Que la democracia sea nuestro medidor de ideas y
propuestas, haciendo que se conforme un movimiento horizontal en el
que la ciudadanía recobre el control, con luchas sectoriales que
busquen acumular fuerzas sociales y uniéndonos en lo concreto, cada
uno con su forma de ver, debatiendo y con unas líneas básicas que
bien podrían ser las que nos llevaron a Madrid a cientos de miles de
personas un 22 de marzo de 2014 y que no son otras que: “Pan,
trabajo, techo y dignidad”, eso como eje básico de nuestras
políticas, pero sin olvidar la solidaridad internacional o el
respeto medioambiental.
Yo pertenezco al PCE, soy marxista, ya que después de mucho estudio,
debates, charlas, reflexiones y lecturas, considero que es la única
manera que tiene el ser humano, como especie, de vivir de una manera
digna y armónica con este planeta y todas las especies que lo
pueblan. Siempre pensé en IU como un movimiento político y social
que podía permitir el empoderamiento social al que la ciudadanía se
acercara buscando soluciones conjuntas y globales a sus problemas
concretos. Dentro de Izquierda Unida, por medio del debate, he
intentado que la gente se aproximara a mi pensamiento, pero aceptando
yo también el suyo e incorporando y conociendo mejor las posiciones
del otro, sin dramatismo ni discusiones personales, solo mostrando
nuestras ideas y poniéndolas en común para llegar a acuerdos.
Y
para ir finalizando, creo que las luchas sociales vividas en los
últimos años, y ahora de capa caída, tuvieron su éxito en que
cada una se movía en un aspecto de la sociedad; la vivienda, la
educación, la sanidad, el ámbito laboral, la discapacidad, el
ecologismo, animalismo, consumo, la paz, la solidaridad, la cultura,
la deuda, la memoria democrática y un largo etcétera que se produjo
a partir del 15M y que finalizó con las anteriormente citadas
“marchas de la dignidad 22M”. En todos esos movimientos eramos
muchos compañeros y compañeras de IU, pero otros muchos que no lo
eran y que luchaban por algo concreto, por una cuestión que en ese
momento les parecía importante, muchos simpatizaron con nuestras
siglas, incluso llegaron a militar con nosotros y nosotras. Pero
otros no, ya que se crearon desconfianzas por ambas partes de algo
que no supimos apreciar como merecía en aquel momento.
El
tiempo que le queda al planeta Tierra, a la supervivencia de la
humanidad en él y a muchas de sus especies, es escaso. Julio Anguita
reflexionaba en uno de sus libros sobre que aun estamos viviendo en
la prehistoria de la humanidad, en la que aun existe un componente
irracional que nos lleva a permitir que una parte mayoritaria de la
población mundial no logre asegurar sustento, ni satisfacer sus
necesidades alimentarias, habitacionales, sanitarias o educativas.
Podemos llegar a tener nostalgia del futuro, de un futuro de
esperanza, de socialismo, en el que la gente viva libre y en paz con
la posibilidad de desarrollar un proyecto de vida digno. Esa
esperanza, esa nostalgia, es revolucionaria y tiene que ser nuestro
motor para luchar por esa utopía, por acercarla a la realidad.