lunes, 2 de mayo de 2016

No le va a gustar a nadie

Hace unos días, la lluvia, por fin, hizo presencia en las calles y campos de nuestra tierra. Lo que para muchos es un momento de placidez; bajo una cálida manta, frente a un televisor u ordenador y con un tazón de algo caliente entre las manos mientras se observa por la ventana como las gotas se precipitan contra el suelo. Bien, pues mientras este remanso de paz sucede y a muchos de nosotros y nosotras nos permite empatizar con esos instantes, pues en el preciso instante que todo esto ocurre hay un gran número de personas que se encuentran sin casa, buscando cobijo en algún lugar, un simple techo, algo tan básico como eso. Pero también los hay que tienen viviendas en muy malas condiciones, lugares donde las goteras abundan, las ventanas escasean, la luz está cortada y la única calefacción a la que puede aspirar es por combustión o mantas.

Hoy es domingo, pero muchos niños de este planeta no lo saben, ni siquiera se imaginan lo que es un día festivo, ya que tienen que trabajar en condiciones de semiesclavitud para que su familia tenga algo más de dinero para sobrevivir. Puede ser que estas mismas familias sean vistas como privilegiadas, en otros lugares del mundo, en aquellos donde la guerra, el hambre y las enfermedades asolan sus jornadas en una tierra que no cambia. Estas zonas del planeta, que son recordadas por la población occidental como si fueran una pesadilla, no saben a ciencia cierta si existen o no, si pasa eso que de vez en cuando ven en la tele o no, si ese sufrimiento es real o no. En estos sitios, sobrevivir un día más es una victoria, en los que la esperanza ha desaparecido de la mente de sus habitantes y donde solo hay dos opciones: sufrir o huir. Muchos de ellos y ellas, con suerte llegan a Europa, mientras otros muchos mueren por el camino, y cuando llegan a nuestras preciosas fronteras amuralladas y militarizadas hacemos todo lo humano e inhumano para que esta buena gente, esta élite, estos supervivientes no traspasen esa línea hecha en el suelo por nuestros antepasados y que decide quien es rico y quien es pobre, quien vive quien muere, quien puede ser libre y quien no, quien disfruta y quien sufre.

Así que, querido lector, recuerda esto mientras sonríes a un teléfono o te indignas frente a un televisor, la culpa de que todo esto suceda es, en gran parte, nuestra y si no estás haciendo nada para que este mundo sea más justo, libre, equitativo y respetuoso con el medio ambiente, entonces, simplemente, está poniendo más piedras para que esta lamentable realidad sea eterna.

De esta manera, con los problemas derivados del sistema económico que nos rige, tenemos que buscar soluciones colectivas para lograr un mundo más justo, libre, ecológico y democrático. Para esta tarea no podemos prescindir de nadie, tenemos que hacer que la política llegue a la mayoría de la población. Necesitamos una sociedad activa, la cual se indigne ante estas situaciones que se van dando y continúe debatiendo, formándose y movilizándose, siendo parte fundamental de las decisiones y, por tanto, implicándose y exigiendo a sus representantes que escuche su voz y que se le den medios para incidir en las decisiones que le afectan, incorporándose mayoritariamente la sociedad a todo tipo de movimientos, asociaciones y reuniones que tengan alrededor.

Tenemos que ser bien claros, la izquierda está casi derrotada sociológicamente en este mundo. La perspectiva dominante en este planeta es la del neoliberalismo, nos educamos y nos empapamos de esta doctrina desde que nacemos, con una sensación de falta de alternativa por parte de la ciudadanía que la tiene aletargada y que hace que a la gente le cueste mucho salir de espacio rutinario de confort y se ponga a luchar por lo que es justo.

Por otra parte, el neoliberalismo tiene un poder indiscutible, si me permitís utilizar términos militares, se podría decir que ellos van en carros blindados, con cañones por todas partes, y aunque nosotros, el pueblo, somos más, hay muchos en nuestra trinchera que les allanan el camino, porque los sienten como propios y luchan contra sus propios intereses de clase. En esa misma trinchera, somos muchos los que gritamos: “¡No pasaran!”, pero en muchas ocasiones confundimos al enemigo con nuestro compañero de trinchera y diariamente vemos como esta ideología neoliberal y sus secuaces buscan la manera de perpetuarse en el poder, mientras nosotros y nosotras, estando en la misma trinchera, criticamos e identificamos al enemigo con el que está al lado y no con el que está enfrente, que se divierte al ver que nos somos capaces de ponernos de acuerdo para destronarlo, a pesar de ser más, y se ríe con grandes carcajadas cuando observa como su mayor sustento son los y las que están en nuestra trinchera y que les ayudan, mientras el resto discutimos sobre quien es más puro, quien es más casta, quien tiene más contradicciones, quien comete más errores. Y ya casi vemos las cadenas de esos tanques capitalistas sobre nuestras cabezas, sin que consigamos aunar todas las fuerzas posibles para acabar con ellos.



De este modo, considero que tendríamos que caminar hacia una confluencia, sin perder nuestra identidad propia, sin absorber unos a otros, sin traumas ni odios, pero sumando, uniendo, multiplicando nuestra fuerza. Que la democracia sea nuestro medidor de ideas y propuestas, haciendo que se conforme un movimiento horizontal en el que la ciudadanía recobre el control, con luchas sectoriales que busquen acumular fuerzas sociales y uniéndonos en lo concreto, cada uno con su forma de ver, debatiendo y con unas líneas básicas que bien podrían ser las que nos llevaron a Madrid a cientos de miles de personas un 22 de marzo de 2014 y que no son otras que: “Pan, trabajo, techo y dignidad”, eso como eje básico de nuestras políticas, pero sin olvidar la solidaridad internacional o el respeto medioambiental.

Yo pertenezco al PCE, soy marxista, ya que después de mucho estudio, debates, charlas, reflexiones y lecturas, considero que es la única manera que tiene el ser humano, como especie, de vivir de una manera digna y armónica con este planeta y todas las especies que lo pueblan. Siempre pensé en IU como un movimiento político y social que podía permitir el empoderamiento social al que la ciudadanía se acercara buscando soluciones conjuntas y globales a sus problemas concretos. Dentro de Izquierda Unida, por medio del debate, he intentado que la gente se aproximara a mi pensamiento, pero aceptando yo también el suyo e incorporando y conociendo mejor las posiciones del otro, sin dramatismo ni discusiones personales, solo mostrando nuestras ideas y poniéndolas en común para llegar a acuerdos.

Y para ir finalizando, creo que las luchas sociales vividas en los últimos años, y ahora de capa caída, tuvieron su éxito en que cada una se movía en un aspecto de la sociedad; la vivienda, la educación, la sanidad, el ámbito laboral, la discapacidad, el ecologismo, animalismo, consumo, la paz, la solidaridad, la cultura, la deuda, la memoria democrática y un largo etcétera que se produjo a partir del 15M y que finalizó con las anteriormente citadas “marchas de la dignidad 22M”. En todos esos movimientos eramos muchos compañeros y compañeras de IU, pero otros muchos que no lo eran y que luchaban por algo concreto, por una cuestión que en ese momento les parecía importante, muchos simpatizaron con nuestras siglas, incluso llegaron a militar con nosotros y nosotras. Pero otros no, ya que se crearon desconfianzas por ambas partes de algo que no supimos apreciar como merecía en aquel momento.


El tiempo que le queda al planeta Tierra, a la supervivencia de la humanidad en él y a muchas de sus especies, es escaso. Julio Anguita reflexionaba en uno de sus libros sobre que aun estamos viviendo en la prehistoria de la humanidad, en la que aun existe un componente irracional que nos lleva a permitir que una parte mayoritaria de la población mundial no logre asegurar sustento, ni satisfacer sus necesidades alimentarias, habitacionales, sanitarias o educativas. Podemos llegar a tener nostalgia del futuro, de un futuro de esperanza, de socialismo, en el que la gente viva libre y en paz con la posibilidad de desarrollar un proyecto de vida digno. Esa esperanza, esa nostalgia, es revolucionaria y tiene que ser nuestro motor para luchar por esa utopía, por acercarla a la realidad.



3 comentarios:

  1. Muy bien explicado. Si lograramos que la llamada masa crítica social( mas de la mitad de la población mundial) tuviera unos valores semejantes...no habria que utilizar la efímera y practicamente inalcanzable utopía, sino disfrutar de una fantástica y presente realidad. Me ha encantado el texto Iñaki.

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  3. Muy buena reflexión. En el 19 sigue siendo necesario hacer pedagogía de las confluencias de izquierdas, tenemos que entender que juntas tenemos más fuerza.

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